Por Facundo Miranda
Te invito a realizar un ejercicio muy simple, imagina que tu Ciudad, aquella que transitas cada día para realizar tus quehaceres no tuviera árboles. Ni un solo árbol en ninguna plaza, paseo, vereda o avenida. Imagina por ejemplo nuestra Ciudad de Salta sin los Lapachos de calle Belgrano, los Jacarandas de Tres Cerritos, las Palmeras de Plaza Nueve de Julio, sin las paltas maduras en el suelo, sin las moras esperando ser comidas, sin el perfume a azar en primavera, sin las coloridas flores de los ceibos o las hojas danzantes del otoño. Imagina despertar sin el sonido de las aves, dormir en verano sin escuchar las chicharras, nunca divisar un colibrí o no sentir el mínimo zumbido de las abejas. ¿Te gustaría vivir allí? ¿Cómo sería todo?
Claro, sin árboles, la ciudad es un paisaje estéril, sin gracia, de concreto, ladrillo, acero y asfalto, de un hermoso color gris, naranja o marrón. Nuevamente ¿Sería este un lugar donde a usted le gustaría vivir?
Nuestras calles no serían las mismas, nuestros cerros no serían los mismos, nuestro entorno no sería el mismo. Estos cambios afectarían nuestro bienestar personal y comunitario y todo el entramado ecológico urbano y periurbano de nuestra Ciudad, perjuicios que trascenderían a sus habitantes. Claramente estos cambios, al igual que los propios arboles, no son meramente ornamentales; sino que ejercen efectos a distintas escalas que son difíciles de predecir pero de los cuales seríamos victimas y seguramente nos arrepentiríamos.
Por ejemplo, en las áreas urbanas las temperaturas en verano y los niveles de ruido son más altos que en las áreas circundantes, los problemas de contaminación del aire son mayores y el paisaje está significativamente alterado, perjudicando nuestra salud. Bueno, en realidad sería solo unos pocos de los numerosos cambios que podríamos evidenciar, prácticamente se modificarían factores varios desde los físicos como la temperatura, la humedad, la radiación y la calidad del aire; los biológicos como la presencia de aves o insectos, los de percepción como luz y sombra, los cambios estacionales, las sensaciones de confort; o como los cambios sociales sobre nuestra salud o nuestro estado emocional.
Todos los beneficios perdidos, la afectación sobre nuestro nivel de bienestar y sobre nuestro entorno encontraría su razón solo en un ser que nos resulta tan común, mundano y simple, tan parte de nuestra vida cotidiana que llegamos a olvidar su gigantesco significado: EL ÁRBOL, cualquiera, el del frente de casa o el del patio, ese árbol o en realidad todos ellos nos brindan un sinfín de beneficios que solemos ignorar.
Los arboles en las ciudades no deben entenderse como un capricho del ciudadano, o una demanda ambientalista, sino como un elemento básico de su construcción ofreciendo una gran variedad de respuestas a las necesidades del medio urbano. Los árboles hacen a las comunidades habitables, añaden belleza y crean un ambiente benéfico. Entre sus aspectos más notables podemos asociarlos a funciones ambientales como sombra, oxigenación, regulación térmica, captura de CO2, (disminuyendo el efecto invernadero), ayudan a eliminar, atrapar y sostener partículas contaminantes, reducen la erosión hídrica y eólica, conservan el agua y disminuyen la contaminación sonora. En cuanto a sus valores paisajísticos añaden un carácter natural a nuestras ciudades, nos proveen colores, flores, bellas formas, aromas y texturas y organiza la trama urbana. Poseen también valores económicos relacionados con su valor patrimonial, la utilización se sus frutos, hojas, cortezas o cualquiera de sus órganos, y la plusvalía inmobiliaria. Además impactan profundamente nuestro estado de ánimo y emociones, se relacionan a sentimientos de relajación, identidad, bienestar, recogimiento y seguridad.
Un arbolado urbano bien administrado contribuye al sentimiento de orgullo de comunidad y de propiedad. En 1996 se observo en un estudio en un complejo habitacional de Chicago que las familias cuyos departamentos estaban más cerca de zonas arboladas reportaban mejores relaciones con vecinos y un sentimiento de seguridad que no podían referir habitantes sin contacto con espacios verdes. Estudios semejantes se han hecho en prisiones y en centros de atención a enfermos de Alzheimer, en donde se reporta mayor serenidad a mayor número de árboles.
Como puede observarse los árboles son bienes muy importantes, por lo qué deberíamos preguntarnos si es realmente necesario pensar en la peor situación para poder abrir los ojos a cuan afortunados somos. Hoy 29 de Agosto es el DÍA DEL ÁRBOL y desde nuestra asociación te invitamos a conocerlos, cuidarlos, respetarlos, valorarlos y disfrutarlos.¿ Por qué hoy es el día del Árbol?
Suecia fue el primer país del mundo en instituir un día del año como "Día del árbol". Esto ocurrió en 1840, cuando en dicho país se había tomado conciencia de la importancia que tienen los recursos forestales, del cuidado que se debía brindar a los árboles, y la necesidad de introducir a los niños desde temprana edad, en el conocimiento y la práctica de una tarea a largo plazo.
Años más tarde, muchos suecos emigraron a Estados Unidos y llevaron consigo esta valiosa herencia cultural, cuyo ejemplo sirvió para que Norteamérica en 1872, también instituyera su "Día del árbol". Y a partir de allí comenzaron a establecerlo los otros países del continente y del mundo. El 21 de agosto de 1860 Canadá había adoptado la hoja del arce (árbol de singular belleza y buena madera para la construcción) como emblema nacional. Razón por la que la hoja del arce o maple pasó a ser el centro de la bandera y escudo que exhibe Canadá ante el mundo, usándose también, bajo la forma decorativa de broches, alfileres y botones, cada vez que se celebra el "Día del árbol" en esa nación. En la República Argentina el principal impulsor de la actividad forestal fue Domingo Faustino Sarmiento (Presidente de la Nación de 1868 a 1874) que en un discurso subrayó: "El cultivo de los árboles, conviene a un país pastoril como el nuestro, porque no solo la arboricultura se une perfectamente a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable" y agrega: "La Pampa es como nuestra República, tala rasa. Es la tela en la que ha de bordarse una nación. Es necesario escribir sobre ella ¡Arboles! ¡Planten árboles!".
La prédica de Sarmiento encontró eco treinta años después, cuando el 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación, en base a la iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, instituyó dicha fecha, en celebración al "Día del Arbol", y cuyo festejo se concretó a partir de 1901.
Fuentes:
Antonio Sorich, Día del árbol, Revista "El Bosque" de la Asociación Amigos del Árbol, Bosques y Parques Nacionales.
Josep Selga, El árbol en el diseño Urbano, http://www.santacole.com/resources/downloads/fichero_3.pdf
Gustavo Torriglia, Beneficios de los Arboles, http://www.mercedesya.com.ar/noticias/30004130-beneficios-de-los-arboles.htm